Mucho se ha dicho
sobre la crisis política que vive España con el intento de secesión de una
parte de su territorio. Las posiciones parecen claras. Por un lado, está la
Generalitat (el gobierno regional) –donde gobiernan los secesionistas– que
sostiene que Cataluña tiene derecho a separarse de España si así lo deciden
“los catalanes”. Por el otro, tenemos al gobierno nacional, que simplemente se
ha limitado a recalcar una y otra vez que la ley está para cumplirla y que se
va a cumplir por las buenas o por las malas.
Más allá de las
críticas que se puedan hacer de bando y bando, hay aspectos de este conflicto
que a mí me han parecido obvios desde hace tiempo y que no han sido mencionados
en los innumerables artículos que los periódicos peninsulares han dedicado a la
crisis territorial.
El primer aspecto
que me salta a los ojos es el hecho de que, diga lo que diga el PSOE, aquí no
hay negociación ni punto medio posible. ¿Por qué digo esto? Por una razón muy
sencilla. Esto es un conflicto en el que las dos partes están intentando
contestar a una simple pregunta: ¿Quien “manda” en Cataluña? ¿El gobierno
regional de Junts pel si y las CUP? ¿el
gobierno nacional de Rajoy o de quien sea el inquilino de turno en La Moncloa?
Para un jurista
la respuesta es obvia: quien manda es el imperio de la ley. Esto, para los que
no somos juristas, quiere decir, a grandes rasgos, que nadie está por encima
del orden constitucional vigente. Ni siquiera los gobernantes.
Los políticos
separatistas han argumentado que, cuando la ley es injusta, no se debe
obedecer. Y cuando se les ha preguntado quién decide qué leyes son justas o
injustas (y por lo tanto qué leyes hay que obedecer y cuáles deben servir para
avivar las chimeneas), las insinuaciones que dan parecen apuntar a una sola
palabra: “nosotros”. Los políticos nacionalistas, y solamente los políticos nacionalistas, deben poder decidir qué ley les debe
afectar. Ellos, y sólo ellos, deben poder decidir qué jueces los pueden juzgan
y de cuáles se deshacen por incómodos.
Se han valido de
ejemplos históricos como el de Rosa Parks, histórico personaje que fue quien
encendió la mecha del movimiento social que llevo a la igualdad de derechos en
los EEUU. Lo que no mencionan es que, en aquella época, en EEUU los negros no
tenían derecho a votar y mucho menos a ser elegidos. Por lo tanto, su
desobediencia estaba justificada al ser, de hecho, un pueblo oprimido ya que no
estaban siendo parte del proceso de gobernar, legislar y realizar otras
funciones públicas. ¿Alguien se atreve a decir, sin miedo a hacer el ridículo,
que los catalanes están hoy en España en la misma situación que los negros en
los EEUU antes de la ley de derechos civiles?
Estamos pues, no
ante el “movimiento de un pueblo oprimido” sino a una simple y llana lucha por
el poder. Los separatistas ya no se contentan con tener las competencias en
educación. No se contentan con tener los trenes. No se contentan con tener las
competencias sobre la policía, la recaudación de ciertos tributos, la sanidad y
una amplia autonomía legislativa y ejecutiva hasta el punto de poder tener
embajadas repartidas en todo el mundo. Para ellos el Estatuto de Autonomía de
2006 quedó derogado por la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 por
una sencilla razón: les quitaba el control sobre la justicia que habían
diseñado (el “Consejo de Justicia de Cataluña”) y el poder de negarse a
contribuir con los fondos de solidaridad entre Comunidades Autónomas (las regiones que existen en España). Da igual que le dejasen
todo lo demás, eso era lo “único” que querían.
Después de la
feroz campaña que emprendieron hace seis años contra la constitución, este era
el desenlace natural. La desobediencia, la rebelión, la sedición. Quienes hace
años hablaban de choque de trenes, es porque veían venir este desenlace. Es decir,
este conflicto se veía venir desde hace mucho tiempo.
Lo que me trae a
mi segundo punto. ¿De verdad alguien se cree que la actitud del gobierno de
Rajoy, ese famoso inmovilismo, es por incompetencia, incapacidad de respuesta,
dejación de funciones o algo parecido? Personalmente, a mí siempre me ha dado
la sensación de que Rajoy ha estado esperando pacientemente a que este tren
llegase a su estación. Si juega bien sus cartas, los separatistas acabarán en
el más rotundo de los fracasos. Sin independencia, sin sedición consumada, con sus
líderes inhabilitados y con una Cataluña con su autonomía amputada. Sirviendo
de escarmiento al resto de nacionalismos periféricos y dándole un mensaje muy
importante a toda la clase política española: a los nacionalistas no hay que
darles más autonomía para evitar su independencia, también es viable
recordarles –de una manera u otra– que no se pueden independizar sin antes
cambiar la constitución. Este mal entendido inmovilismo del que hablan todos, de
llegar a buen puerto, será la mejor jugada de Rajoy en toda su carrera
política. ¿Cuál sería el futuro a medio plazo, por ejemplo, de los fueros
vascos y navarros si en este conflicto se llega a demostrar que en democracia también
se pueden derrotar sediciones secesionistas? Pero eso ya es otro tema.
Si los catalanes
no son un pueblo oprimido, su desobediencia no es legítima. Toca respetar las
leyes y cambiar las que no gusten. Una de las principales diferencias entre una
democracia y una dictadura es que en las democracias tenemos el derecho a
cambiar las leyes, y las mismas constituciones, si éstas no nos gustan. El problema, que algunos no parecen querer
entender, es que para ello se necesita de mayorías. Y si no se tienen…pues a construirlas.